Las luces del puerto se encienden nuevamente
como todos los días del siglo
como todas las tardes
sólo que esta vez una micro olvidó su recorrido
y se perdió entre los pasajes de tierra de Montedónico
nadie sabe nada de sus pasajeros
ni de su chofer
ni de sus motivos
a la ciudad no le importan las micros perdidas
la ciudad prefiere ver los colores de la tarde que se repiten
igual que la ropa tendida entre las casas
moviéndose siempre entre la brisa húmeda del océano
o igual que los perros
que suelen tener un perfil de espíritu pobre
y más de una garrapata torturándoles la existencia
La ciudad no se hace cargo de nada
prefiere sentarse y mirar sus calles tan disímiles
algunas llenas de pies y manos y cabezas
otras vacías de toda sombra
de todo aliento
a nadie le importan las micros que se pierden
y menos si ésta
iba llena de pobres
Solamente a un poeta
se le puede ocurrir pensar una historia semejante