Te amaré bajo la lluvia
si me regalas tu cuerpo.
Debes darme tus pechos,
alzados y redondos
en la quietud de tu tórax:
debes entregar tus caderas
a la mano de mi arte
y debes ceder tu entrepierna
a los designios de mi sangre.
Debes ser mía entera.
Sólo así la lluvia esculpirá la piedra
y en ella aparecerá la lengua
de los que antes amaron aquí;
yo sé que estuviste con ellos,
pero ahora tus ojos serán míos,
y tus labios pertenecerán
a la estancia de mi poesía:
yo te amaré con la fuerza de un viento
y cada gota de agua
que resbale por nuestros besos
llevará la semilla de este amor
hasta los grados cavernarios de la tierra.
Por eso dame tu cuerpo entero,
ahora mujer, ahora mujer,
para tocarlo, para olerlo,
para sentirlo y escarbarlo;
para que por fin seas flor y no maleza
en las inmensidades del planeta humano.