He comido con los burgueses,
he bailado con los burgueses,
con los más feroces burgueses,
en una casa de burgueses.
Les he palpado sus mujeres
y me he embriagado con su vino
y he desnudado, bajo el vino,
sus semidesnudas mujeres.
He visto el asco en su raíz,
la obscenidad en su raíz,
la estupidez en su raíz,
y la vejez en su raíz.
La burguesía y la vejez
han bailado ante mí, desnudas;
las he visto bailar desnudas,
olvidadas de su vejez.
Adentro del libertinaje,
los observé llorar de amor,
babear, sin saber que el amor
se ríe del libertinaje.
Y me divertí con su miedo,
con su amarillo, sucio miedo,
con su miedo a morir de miedo,
pues no eran hombres sino miedo.
Miedo a perder su fea plata
y, con ella, a perder la risa
y, con la plata y con la risa,
a perder su placer de plata.
¿Pero qué saben del placer
de ser y estar en este mundo
los puercos que han tirado al mundo
su libidinoso placer?
¡Cómo comían, cómo, en verdad,
mordían la presa, con qué
dientes rompían eso que
era su grasa, su verdad!
Se miraban unos a otros,
se tragaban unos a otros,
se medían unos a otros
para el zarpazo, unos y otros.
Atrincherados tras la mesa,
pude verlos tal como son:
cuál es su mundo, cuáles son
sus ideales: ¡la plata y la mesa!
¡Pensar que sus almas de cerdos
se van al cielo después de morir!
¡Y yo me tengo que morir
sin hartarme, como estos cerdos!
La comilona y la etiqueta
el traje largo y desnudo
me permitieron ver desnudo
al arribista de etiqueta.
Pobre arribista cretinizado
por su mujer y por su suegra.
Pobre arribismo, cuya suegra
es el confort cretinizado.
Toda la gama del arribismo
mostraba sus dientes de oro.
Pero vi una mujer de oro
arriba del mismo arribismo.
Esa mujer era el amor;
el verdadero, loco amor,
el amor sin miedo. El amor
que sólo vive del amor.
En todas partes sale el sol,
hasta en la boca del pantano.
La burguesía es el pantano,
y lo que amamos es el sol.
Por eso ya cruje este mundo.
Por eso ya viene otro mundo.
Por eso ya estalla otro mundo
al fondo ciego de este mundo.
Por eso pude ver tan claro
esa noche entre los burgueses
y he comido con los burgueses,
y he bailado con los burgueses,
con los más feroces burgueses,
en una casa de burgueses.
A Violeta Parra
que hizo estallar este furor
monorrimo ese invierno
de su Chillán de Chile el 59
Gonzalo Rojas
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