Valparaíso es un pedazo más de la inmensa población urbana de latinoamérica, con barrios, villas, cerros, suburbios y periferias que conviven como un gigante anestesiado, lleno de vicios y defectos, pero con suficiente talento para empezar a pensar por sí mismo. Lo que pasa a nivel comunal, en lo esencial, sucede en toda América Latina.
Todas nuestras grandes ciudades tienen cordones populares de cultura y educación lo cual es una demostración de identidad viva y en búsqueda. Veamos que hay movimientos de inconformismo en todos los países latinoamericanos, que tienen que ver con: recuperación de espacios públicos, generación de lazos entre artistas, independencia con autogestión o con apoyo estatal, oposición al neoliberalismo, conciencia del medio ambiente, indigenismo, nacionalización de recursos naturales, exigencias por mejor educación y salud.
Vivimos un instante especial que nos debe orientar al conocimiento mutuo y a la acción a todo nivel. En el puerto imaginario del poeta, del músico, del pintor callejero, se dialoga con la gran urbe imaginaria que es la articulación de redes sociales por la red, o por las radios comunitarias, o por los barrios. Nunca habíamos estado tan cerca de la conciencia de que somos muchos, muchos los que queremos dar vuelta la mesa, y que hay pueblos que están en el poder trabajando por ese ideal de mejorar la humanidad, con igualdad y justicia social.
La labor del artista debe ser enseñar, principalmente. Enseñar lo que se sabe, el oficio, el arte, el ideal. En la educación va el camino de organización y despertar de nuestro gigante chato. Enseñar sobre todo con el ejemplo, con el ejemplo de ser verdaderas personas, solidarias y concientes. Informadas y organizadas, sin ambiciones personales, y entender que son nuestros actos y no nuestras palabras lo que reflejan lo que somos.
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