Sé que estás en ese color que la tarde toma
cuando lagrimean mis ojos.
Sé que formas ese canto invisible
que chorrea mis manos con melancolía.
Un pájaro que vuelve a su nido
en la hora solitaria de su muerte.
Sé que marcas el respiro limpio
de mi conciencia
siempre al lado de los débiles
desapegados del dinero que flamea como bandera
en las casas de los que hoy son triunfadores.
Pero moriremos todos, igual.
Yo al menos
tengo mis palabras estampadas
en las piedras de la aldea.