15 de octubre de 2020

Casa Comunal


La techumbre del barrio
es manoseada por el ocaso.
Los dedos gruesos del atardecer
escarban mi corazón
tanto como al cielo.
Mi boca se abre
para recibir a los pájaros
que llegan escapando
de la boca de lobo
que baja por la cordillera.
Mis ojos se encienden
como dos perlas sobrevivientes
en un mar devastado,
sin más corazón que una palabra,
una palabra perdida
entre los dedos del ocaso.
La ciudad
acelerada
prepara su corta muerte diaria.
Los almacenes y mercaderías
bajan sus cortinas.
Y yo creo entender el sentido
de la palabra melancolía
cuando atisbo en el paradero
una sombra parecida a la tuya
como en aquellos años lejanos
que alguna vez sembramos
y a los cuales nunca volvimos
para cocinar nuestras entrañas.