Le cambió la cara, le salieron arrugas
y
unas ojeras como cataratas incas;
se
leía en sus ojos el mapudungun de ayer
y
en los gestos que entregaba se distinguió claramente
la
señal del agua. Pero le cambió la cara,
el
pelo ya desaparecía, las orejas colgaban tristes;
las
manos transpiraban ocaso, y sus labios deslizaban
un
tierno lenguaje de partida.
El
bastón en un rincón, la cadera quebrada,
la
montaña bajo sus pies balanceando piedras;
todas
las noches un cargamento negro
se
depositaba en sus sueños.
para la próxima primavera.