6 de agosto de 2015

10 años


El viejo árbol permanece
al costado del camino:
sus hojas siguen flameando
con la ternura de un niño nuevo.
Así encontré otra vez tus manos,
hablándome en el silente sonido
del cosmos profundo:
un enjambre de estrellas
revolotea ahora por tus dedos
y en el cielo liso está el refugio
de todo el dolor que parieron mis ojos.

“Adiós, adiós, y nada cambia”
decíamos ayer, y hoy, y siempre
y el sentido de todo resultó ser
un globo azul casi líquido,
que como un gran accidente
nos colmó de belleza
frágil y esparcida
en la no explicación
de lo que somos.

Diez años ya de esas lágrimas
de esos poemas al costado de la tumba
como queriendo amarrarte
a la escuálida estancia de las tripas.

La noche siempre tendrá
ese sabor a vino político
con perfil de barricada
y organización libertaria.

Está escrito.

En la periferia
siempre
seremos nietos
encendidos
en el fuego
de la memoria.

Y la vida al final
resultó ser bella:
el amor de los hijos
es el abrazo fraterno
de la humanidad
que siempre
defendiste.