28 de octubre de 2011

Oleajes

La noche es áspera. El frío o el calor es de color negro. La mar y el mar te sitúan siempre en una posición de inferioridad, mientras en el cielo una gaviota recorre el alfabeto de nuestras vidas de una sola mirada. Un ojo poderoso como el sol poniéndose, frente al horizonte, entregándonos el concepto del ocaso, el color de la caída, el fin de la tarde. Entonces respiro y recuerdo el amanecer, el término del sueño, el color de tu mirada. Y agradezco ser hija del mar, vagina oscura hermosa de corales, princesa suburbana, bebiendo los testículos de las merluzas, grandes, nuestras, no arrastradas. Reinas del océano, flores nacidas de la noche áspera.

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