Hay del frío que es posible de espantar y otro que no. Frío corporal, siempre posible: siempre hay disponible un ron, un vino, algo de pisco. Frío espiritual, difícil diagnóstico. O le falta una buena amante, o definitivamente estás mal enfocado, mal de fábrica como dicen los maestros. Pifiado de fábrica. Como el mundo de la poesía. La poesía del mundo. Las palabras resbalan a veces por los cuerpos y se quedan tendidas en el olvido. El pavimento se apiada de ellas y las hace parecer rocío, unas gotas locas que cayeron en la madrugada.
Hay demasiada palabra dando vueltas, mucha información, pocas cabezas atentas. La mirada subjetiva de la poesía recrea escenarios que ya se levantaron hace tiempo. El lenguaje ofrece su flexibilidad al mercado y éste devuelve el mismo producto pero más elaborado, más adornado. La poesía abunda pero nadie sabe quién la escribe. Los que la publican son solamente una pequeña muestra de la abundancia lírica de nuestros días.
Pifiado de fábrica. La gente sola no es pifiada de fábrica, es una pifia de una máquina mal administrada, pésimamente ordenada. A lo mejor tú también estás mal enfocado. El hombre le pega a la mujer, el hijo mata a ese padre / hombre desquiciado. Otros amarraron al compañero a la silla y le dieron de patadas en la cara. Qué cosas. La competencia está en nuestras venas. Siempre tiene que haber un perdedor. Siempre hay que ganarle a alguien. Si no, ¿a quién le has ganado?
Algunos se aburren, otros disfrutan del dinero que siempre llega a sus bolsillos, mes a mes, semana a semana. En las páginas actuales de la poesía porteña cuesta encontrar el rostro frío del peoneta del mercado. Puedo equivocarme. Alguna vez le escuché un buen poema a un chico universitario. Hay buenas revistas dando vueltas por ahí. Las hojas no necesitan ser blancas. Miremos las murallas, los baños de los bares o de las escuelas públicas. Te recuerdo que el mejor poema es el que no se ha escrito aún.
Se cierra el bar. Hemos pelado mucho el cable hoy. Salud. Por los que vendrán mañana, a ocupar esta silla y a vagar por la bohemia, por esa bohemia latera que también explota a ciertos muchachos que trabajan mucho por muy poco. Pero ahora se cierra el bar. Un mirador puede ser una buena idea aunque la playa no está tan lejos. Y en tu mirada veo clarito clarito el color del amanecer. ¿Te habían dicho que tus ojos parecen un amanecer?