21 de febrero de 2014

Pata de Conejo

III

olas miniatura en ciudades miniatura
ha finalizado la gran guerra

el pueblo en silencio
escucha el canto de las aves

el canto que no es canto
es vuelo

(...)

las plumas que hierven en cazuelas infernales
el brote de una casa que se esmera en apagarse
un cerro de Valparaíso avanza como caballo de troya



(...)


"Pata de Conejo"
Felipe Ugalde

19 de febrero de 2014

Árbol quieto entre nubes

Aquel joven soldado
era sonriente y tímido y erguido
como un joven durazno.
El vello de su rostro se doraba
con el rubor de los duraznos
al amarillo sol de mediodía.
Sus ademanes eran
como los ademanes del durazno
cuando el viento lo mueve, en la colina.
Si sonreía era su sonrisa
un imprevisto florecer durazno.
Una ráfaga a veces lo nublaba
y entonces, serio, ensimismado,
era un durazno al aire, deshojado.

Jugaba con los niños, en la tarde,
con un fervor nostálgico, lejano,
con la misma ternura de la ola
que se aleja volviendo la cabeza.
Un viento melancólico barría
nubes en flor, apenas nubes,
y en el jardín volaban hojas
¡oh despeinada primavera!
Árbol quieto entre nubes, hojas, niños,
se preguntaba aquel soldado:
¿Es nube todo, todo es hoja, viento?


¿Los familiares árboles son nubes?
¿Esta rama que toco, esta corteza,
estos niños, son nubes? ¿Nube el sueño
y la muchacha aquella y su perfume,
fantasma de la carne, nube, espuma
apenas sostenida por el viento?

Y se alejó, callada nube negra.



Octavio Paz

18 de febrero de 2014

Hotel

Me despierto a oscuras
en una habitación extraña.
Hay una voz en el techo
con un mensaje para mí.

Repite una y otra vez
la misma ausencia de palabras,

el sonido que el amor hace
cuando alcanza la tierra,

metido a la fuerza en un cuerpo,
acorralado. Arriba hay una mujer

sin cara y con un animal
desconocido que tiembla dentro de ella.

Enseña los dientes y solloza;
la voz susurra a través de las paredes y el suelo;
ahora está suelta, libre y corriendo
cuesta abajo hacia el mar, como agua.

Examina el aire alrededor y encuentra
espacio. Al final,
me penetra y se vuelve mía.


Margaret Atwood
Poéticas del Cuerpo

14 de febrero de 2014

Soy el último poeta de la aldea

Soy el último poeta de la aldea,
mis cantos son humildes como un puente de madera.
Asisto a la misa final entre abedules
que inciensan el aire con sus hojas.
Se extinguirá la dorada llama
de este cirio de cera humana
y el remoto reloj de la luna
gruñirá mi postrer campanada.
Pronto saldrá el huésped de hierro
al sendero del campo azul,
sus negras manos recogerán
la avena derramada por la aurora.

¡Muertas manos, palmas extrañas,
no vivirán entre vosotras mis canciones!
Sólo los corceles de las espigas
llorarán por los viejos amos.
El viento acallará sus relinchos
mientras baila la danza del adiós...
Y el remoto reloj de la luna
gruñirá mi postrer campanada.

Arde, estrella mía, no caigas...
Arde, estrella mía, no caigas.
Derrama tus rayos fríos.
Tras la muralla del cementerio
ya no late ningún corazón.

Luces con el agosto y el centeno
y llenas la quietud de los campos
con el temblor sollozante
de las grullas que aún no partieron.
Me alcanza viniendo de lejos,
quizá del bosque o del cerro,
otra vez aquella canción
de mi país, y de mi casa natal.
Y el otoño dorado
reduciendo la savia de los abedules
llora sus hojas sobre la arena
por todos los seres que amé.
Lo sé. Lo sé. Dentro de poco,
ni por mi culpa ni por la ajena
tendré que tenderme también
detrás de la negra muralla.
Se apagará la llama cariñosa
y se convertirá en polvo el corazón.
Los amigos pondrán una piedra gris
con una alegre inscripción.
Mas yo, pensando en la triste muerte
así la compondría para mí:
"Amó a su patria y a su suelo
como un borracho a su taberna".

Serguéi Esenin

6 de febrero de 2014

Réplicas

Durante el terremoto que azotó la octava región de Chile
y que dejó un país devastado
todos los santos cayeron de sus pedestales
y al igual que la iglesia de la merced
en sólo tres minutos
fueron polvo.
Bajo los escombros yacía el cuerpo del cura párroco
don Celestino Callao.
Bajo los escombros también
la puerta que daba a los sótanos. Y allí…
las réplicas, los santos de utilería.
Fue allí donde se cavó primero.
Y por la tarde antes de que cayese el sol
ya un santuario improvisado se alzaba frente a las ruinas de la iglesia.
Allí podían acudir los desgraciados a pedir o dar gracias como Dios manda.
Está visto:
la iglesia desentierra primero a sus santos que a sus muertos.



Carlos Gallegos
"Dios me dio la bendición de ser ateo"

4 de febrero de 2014

Ladra la tarde en la literatura


Ladra la tarde en la literatura
los poetas somos perros viejos
comiendo charqui envasado
en un supermercado vietnamita

Algún día nosotros
seremos esa carne en oferta



Supermercado Vietnamita (fragmento)