17 de noviembre de 2017

“En cualquier lugar donde se esté cometiendo una injusticia el hombre debe interponer su palabra”


Reproducimos a continuación una entrevista con el poeta argentino Carlos Gallegos, realizada por la revista Literatosis de Rosario, Argentina. Gallegos ha sido publicado en Chile por Ediciones Colectivas Periféricas, con las plaquettes “Dios me dio la bendición de ser ateo” y “Animales sueltos”. También, en febrero de 2015, participó del encuentro de escritores Letras en la Arena de caleta Horcón, donde presentó el trabajo de su editorial, Árbol Animal.  

-¿Cómo surge tu relación con la poesía o cuándo empezás a escribir poesía?

Resp: Mi relación con la poesía empieza desde muy pequeñito, no con la literatura, sino con lo poético. Mi madre era analfabeta por injusticia, ya que nunca tuvo la oportunidad de asistir a una escuela, dado que se crió siendo mano de obra esclava hasta sus 21 años. Sin embargo, fue ella quien me enseñó a ver lo poético de la vida. Ella que nunca tuvo la oportunidad de leer un libro, leía de manera sumamente personal la vida. Con ella aprendí a amar a los animales, a sentir empatía con ellos, a comprender la naturaleza de las plantas, su belleza. A amar un patio lleno de sol en el fondo de una casa de barrio y a sentir y saber que ese patio también era el mundo. Para mi madre la vida era una enorme fiesta y en esa fiesta estábamos todos. Ella lo sabía. Y sabía también de forma natural que cualquier afrenta a esa fiesta era una injusticia y así nos lo decía. La poesía llegó luego. Cuando tenía 12 años, la maestra de “lenguaje” leyendo una descripción que hice sobre una lámina con campo y vacas,  me dijo: Carlos, vos tenés que ser escritor, escribís hermoso, y yo le creí. Desde esa edad escribí casi sistemáticamente cada día  hasta mis 40 años. Hay que tener cuidado, evidentemente, con lo que se le dice a un niño. ¡¡¡Jaja!!!

-¿Cómo fue el proceso de escritura de Hospital Psiquiátrico?

Hospital Psiquiátrico es mi tercer libro en teoría, en medio hay miles de poemas escritos, tirados y/o perdidos. Es el segundo de un libro doble, se podría decir, ya que lo escribo como continuidad de Hospital Público, libro (casi fotográfico) escrito en su totalidad en la cama de un hospital tras un accidente de tránsito. Los poemas de Hospital Psiquiátrico tienen la misma característica que los de Hospital Público, que es la de ser escritos en el lugar de los hechos y casi fotográficamente. Se podría decir que estos dos libros son de algún modo mis dos primeros trabajos como documentalista. A su vez son los dos primeros libros donde escribo sin la intención de ser poeta o escritor. Ya venía peleado con algo que venía sintiendo desde hacía un tiempito, y que era que uno no puede escribir por una intención y mucho menos por una pretensión. Que la escritura debía ser producto de una experiencia vivida, de un compromiso, de una necesidad vital, no la obra estética de la pretensión de ser tal o cual cosa. Por ello en estos dos libros abandono cualquier preocupación estética y dejo que el poema cree su aire. Alguna vez había leído en palabras del maestro Jacobo Fijman que el arte debía volver a ser un acto de sinceridad. Hospital Psiquiátrico es en cierta manera la voz de los que no la tenían en ese momento, su carta al mundo, su verdad. Yo sólo un recopilador, un voyerista con el ojo por cámara.   

-¿Nos hablarías un poco de las personas que aparecen en el poemario? ¿Sus nombres son reales o ficticios?

Resp: Todas las personas y situaciones que aparecen en el libro son extremadamente reales, no así los poemas. Los nombres son nombres comunes, no sus nombres sino los de todos, y esto es justamente para que entendamos que la locura está en todos los nombres, en cualquiera, en los más simples o en los más exóticos. La locura está en nuestra sociedad, existe y se manifiesta como la vida misma, indistintamente. No hay nada especial ni dramático en un brote psicótico sino elementos, factores que se juntaron para esa situación y ese momento. Hay que quitarle dramatismo a esta palabra, aprender a vivirla sin culpas. Pero voy a intentar explicar esto primero de lo real e irreal desde mi costado de fotógrafo. Digo que el poema es lo único irreal en ese contexto por lo siguiente: así como una fotografía de la guerra no es la guerra aunque en ella esté presente, aunque en ella se perciba  su horror. Dado que esa fotografía (digo esto desde una sensación sumamente personal) es sólo una apática, insuficiente y neutralizada mirada de ese horror a pesar de que en ella la guerra esté y lastime. Lo mismo sucede con estos poemas, son una anestesiada, una ajena mirada de este espacio/tiempo. Son una marca en la pared, una frase escrita en el tiempo que discurre, un llanto que estalla repentinamente o una moneda que cae una y otra vez, por horas, en un teléfono que llama al afuera y al que nadie atiende.Estos poemas son apenas un aproximarse a esas sensibilidades a flor de piel que recorren el patio de un extremo al otro del tiempo, de un extremo al otro de un espacio/tiempo, de un silencio enorme. Estos poemas son apenas una de esas fotografías, una impresión sobre un soporte sensible, sólo eso.Lo otro está allí adentro y solo allí es perceptible.

-El silencio es algo que atraviesa todo el poemario; tanto la palabra “silencio” como el silencio mismo, es decir, aquello que no  se dice pero que bulle debajo de cada poema y uno intuye que eso que no se nombra es lo esencial de cada verso. En el poema XXVII, incluso, hablás de la forma del silencio; “(…) será cierto que el silencio/ tendrá la misma forma/ adentro que afuera”. Nos interesa saber la relación Palabra - Silencio en tu obra.

Resp: No me había percatado del uso reiterado de este elemento a decir verdad. Pero creo que nombro como silencio a ese estar anonadado frente a algo que sucede y que no se tiene cómo explicar. Vi un deambular constante y ensimismado en un profundo silencio en muchos de los que allí estaban y que creo que tenía que ver con la desconexión de ese otro gran silencio impuesto al que estamos conectados el resto de la sociedad  y ni siquiera percibimos. A ese hecho de ahora estar sólo frente a algo inmenso, terriblemente sensorial y estar solo, desnudo y sin manos. Imagino ahora ese gran patio, ese lugar llenos de cuerpos, de pies que se arrastran en un ir y venir sin rumbo ni tiempo y me imagino eso, un enorme silencio que tiene más la forma de una pregunta, que la de una certeza o una respuesta. Todo estaba atravesado ahí por un silencio propio y ajeno, aún el grito.
Vidrios de plástico, cuartos sin ventanas, correas para sujetar (de ser preciso) a una cama, pastillas, inyecciones, múltiples formas del silencio. 

-En cuanto a lxs escritorxs que más te han influenciado, ¿quiénes son? o ¿dentro de qué línea de escritorxs te ubicarías?

Resp: Empecé a escribir desde muy pequeño como ya conté y en principio solo escribía y leía lo que caía en mis manos. Luego vinieron las lecturas de Poe, y entonces la escritura tomó ese rumbo y ahí estuve un par de años fascinando con esos mundos. Se fueron sumando “escritores fantásticos” (Lovecraft, Bradbury, De Nerval)  que encontrábamos con mis amigos, a quienes había catapultado a la escritura como hobby, en las librerías de la Calle Corrientes. Con los años llegó la poesía y de la mano de uno de mis maestros Jacobo Fijman y su Canto del Cisne. Luego la poesía española de Lorca y su Poeta en Nueva York, Rafael Alberti y su Sobre los ángeles, después Raymond Carver, Bukowski, AnneSexton, Sylvia Plath, Wislawa Szimborska, Anna Ajmatova y tantos/tas otros/as. Nunca me sentí parte de ningún estilo literario ya que no me interesa demasiado eso. Más bien le huyo a ese rótulo y pretensiones. Descreo de los poetas que escriben siempre igual. Siento que la forma estética se la da el tema al poema y no uno.     

-¿Cuáles son tus temas recurrentes u obsesiones a la hora de escribir?

Resp: Creo que hay temas recurrentes en mi poesía, y los hay en mis fotos. Puedo verlos manifestarse. Me involucro con algunas cosas que voy viviendo más que con otras y sobre eso escribo. Recuerdo que alguien me dijo alguna vez que mi “literatura” era muy “Foucaultquiana” ya que siempre hacía referencia a lugares de encierro. Creo que tiene algo de cierto esto. Creo que debemos escribir para poner en evidencia estas situaciones, para visualizar cualquier modo de opresión e injusticia. Creo que como “artistas” y comunicadores  debemos asumir este compromiso.  Escribir sobre lo personal ya quedó muy atrás en mí, ahora creo que la literatura debe ser social, escribir con y para el otro.  Escribir para libertarnos no para atarnos.

-También te dedicás a la fotografía. ¿Cómo nació eso? ¿Cómo se relaciona con tu poesía y viceversa?

Resp: La fotografía es mi gran amor. Lo otro fue siempre noviazgo, jajaja. Descubrí la fotografía también de pequeño, la hederé de mi viejo y de su pequeña camarita compacta. La primera foto que recuerdo debe ser de mis 8 años. Fue en Villa Rosa, Pilar. Habíamos ido a visitar a mi tía paterna y recorriendo el lugar con mis hermanos recuerdo abrir con las manos un tupido cañaveral y allí estaba, como si fuera detrás del telón de un teatro: un hombre junto a un buey y un arado recorrían una enorme parcela de tierra. Todo surgió de golpe ante mis ojos, sin esperarlo y creo que fue esa sorpresa, la magia que de ahí en más se instaló en mis ojos, la que busco repetir en mis fotografías. Creo que eso es todo: la posibilidad que nos da la vida de asombrarnos siempre, aún teniendo cien años. La relación entre mi poesía y mis fotos es siempre la misma, al menos es lo que persigo, la imagen, una imagen que embellezca pero que a un mismo tiempo dé testimonio, que registre para visibilizar y denunciar de ser preciso.

-Además de poeta y fotógrafo, eres editor en Ediciones Árbol Animal. ¿Cuándo empezaste con el proyecto y qué escritores contemporáneos has editado?

Resp: Ediciones ArbolAnimal (así, todo junto) es mi trabajo, es mi lugarcito en el mundo en el cual siendo libre, siendo yo,  puedo ganarme el pan de cada día. Empecé con esto allá por el 2011 como “consecuencia” de haber visto a dos queridas amigas realizar su sueño. Recuerdo que Leti (la poeta Leticia Hernando) trabajaba ocasionalmente como oficinista y lo sufría bastante. Ella quería ser editora, ya era una gran poeta, y un día largó el laburo y le puso todas las fichas a su sueño y lo logró. Hoy tiene junto a su compañera una hermosa editora que se llama La Mariposa y La Iguana. Ahí me picó el bichito a mí (de copión nomás). Por medio de ellas conocí la FLIA (Feria del Libro Independiente y Autogestionado) y poco a poco empecé a editar algunas cosas y participar de la feria. Así nació ArbolAnimal y ya llevo 6 años haciendo esto. Edito poetas noveles y otros no tanto. Pero principalmente la editorial es una editorial de autor. Me interesa la literatura marginal (under) y leyendo y releyendo descubrí a Víctor Hugo Viscarra (Bolivia) y a un grupo de escritores (realismo urbano, realismo sucio) que forman parte de algo que se podría definir como los bukowskis altiplánicos, entre los que se destacan Julio Ramón Ribeyro, Oswaldo Reynoso, Sergio Galarza (Perú), Cristóbal Gaete (Chile), y hoy por hoy me encuentro editando este tipo de literatura mucho más cercana a lo social, que es en cierto modo con lo que me siento identificado.

-Si tuvieras que hacer una antología literaria a futuro, como una apuesta a futuros lectores ¿Qué autorxs incluirías en dicha antología?

Resp: Editaría autores que tengan un compromiso social, que escriban sobre lo que les pasa y sobre lo que nos sucede como sociedad, que hagan una obra que no tenga como única intención su propio ego. Escritores que cuando mínimo escriban desde su barrio, desde su experiencia, pero no por pura intención de ser escritores. Tengo editados algunos libros de amigos que me cedieron la posibilidad de publicar sus trabajos y que me parece muy dignos de nombrar: Valpore de Cristóbal Gaete, Supermercado Vietnamita  y La Rosa Prisionera de Absalón Opazo, Antro, Misa para señoritas de Amanda Durán, Luna Guerra de Marcelo Silva, El Pulpo de Fabián Leppez, El infierno es un buen lugar de Sergio Galarza, Amongelatina, entre memorias y barricadas de Palomo Arriagada, Ladrillo Escrito de Víctor Cuello, Tierra Viva de Anahí Cao, entre otros.

-¿Estás trabajando en algo nuevo o hay algún proyecto en gestación?

Resp: Desde hace tres años estoy trabajando en un libro muy difícil. Es un libro de poemas y crónicas sobre casos de gatillo fácil, violencia intracarcelaria, represión estatal. Se llamará El hijo del Hombre, los pibes que faltan, pero es un libro que me está costando mucho escribir ya que es una problemática en ascenso y un tema de nunca acabar. El Estado más que nunca necesita sacar sus perros de choque a la calle para mantenernos sumisos, callados y eso se traduce en  represión, tortura y muertes, sobre todo de nuestros pibes pobres y esto está haciendo que  me cueste mucho decidir qué caso incluir y cuál no. Es muy triste lo que nos está pasando como sociedad por mantenernos dormidos, por comprar una falsa comodidad que nos termina matando, que nos deshumaniza.

-¿Si tuvieras que elegir un verso o poemas para cerrar esta entrevista cuál sería?

Resp: En cualquier lugar donde se esté cometiendo una injusticia el hombre debe interponer su palabra. Este es para mí el compromiso que debe asumir toda expresión artística, oponerse a la muerte como un canal de vida avasallante. Ser parte (a su manera) de las luchas heroicas que algunos grupos vienen sosteniendo y copan nuestras calles. Aparición con vida ya de Julio López y todos los compañeros y compañeras desaparecidos/as. Y justicia por Santiago Maldonado.

Publicado en la revista Literatosis / Rosario, Argentina

Vía Revista Cavila