Yo los sentí venir,
estaba en la tierra,
fueron un rugido deforme
asesinando el sueño
de nuestros bebés,
despertándolos
a plena madrugada
con la tos mugrienta
de la historia oficial,
jineteada por uniformes
degenerados e infelices,
príncipes de la cobardía.
Yo los sentí venir.
Éramos semillas, cauces,
el manto rojo y limpio
que la cordillera extendía
por todos sus tambos,
ahí donde las piedras
susurran aún los pasos
de los primeros conquistadores.
A esos también los sentí venir.
Estaba en la tierra.