2 de noviembre de 2016

Cerro Monjas


Olvidaré todo lo que aprendí.
Esperaré la máscara final
mirando al sol,
señalando sus sombras
como la música de mi vida.
La oscuridad anunciándose,
el sueño eterno del árbol
emergiendo en la espuma
de los libros.

Piedras, minerales, espuma.
Tus manos pálidas, ausentes.
El amor ya no brilla en tus ojos.
Se lo llevaron todos tus amantes,
lo enterraron al irse de casa,
en alguna ladera inaccesible
de tu corazón.


Volveré a la tierra,
pero dejaré mis huellas
luminosas
en las pieles
de la aldea.

Y en mil amaneceres más
estaremos donde mismo:
sentados, solos, en la roca fósil
del tiempo, lamiéndonos las 
heridas que la humanidad nos dejó 
como castigo por ser humanos.

(Una luz que agrupe sombras
un libro que aún no se escriba
un niño anciano que vuelva a sonreír.
Buenas intenciones, catástrofe
del nuevo siglo: es el tiempo
de las bestias, del colmillo
y la no-poesía).

(Un sueño:
nuestros vasos
eran calaveras).

(La sombra
y su bostezo
como la caricia de un sol negro
sublimando las pieles que subyacen 
bajo nuestros pellejos)

(Pieles del tiempo: transparentes)

(La deriva de una memoria,
una fogata de huesos
y mil estrellas reagrupándose)

(La expansión del cosmos
en nuestras cabezas,
moldes del multiverso)

(Nos duele el mundo
que no supimos vivir)