Comí
restos, rogué por clemencia y al final le robé a un policía borracho; desde
entonces ando armado por la calle, jugando con la humildad y la soberbia,
instantes sobrevalorados para mi gusto; la adrenalina fanática del sistema me
hace cosquillas, y no soy quien soy porque llevo un arma o sentencio en
silencio el perdón para el que me ofende: estoy aquí para recoger huesos, para
dialogar con el calcio, para encender estrellas perdidas y colorear la
infancia: mas ustedes, cuchillos del cerebro, no descansan, no respiran, y
vuelven a lo mismo. Me veo obligado a dispararles, me veo obligado a dejar mi
casa, mis cosas, persiguiéndolos a ustedes.