En qué nos hemos convertido
viejo juan,
roperos llenos de caries y
botellas quebradas en los
intestinos,
rumiando los pedazos
rumiando los pedazos
duros que sobran del pan
de todos los días,
agarrando siempre la cola
de la vida, parecidos a un
naufragio, o a una mesa vacía.
En qué nos hemos convertido,
qué importa
si tenemos servilletas y migas
del más hermoso pan amasado,
si tenemos pañuelos y sombrero
y aún podemos levantar los
pesados fierros de la obra,
a pesar de estos trapos
y sus heridas,
y sus heridas,
a pesar de no despertar
por las mañanas.
Somos un cigarrillo casi fumado,
a punto del cenicero,
y sin embargo llevamos fuego,
viejo juan, llevamos fuego
en nuestras manos que han
hecho edificios y máquinas,
en nuestras madres que
rompieron su cintura,
en nuestros hermanos que
escribieron por nosotros,
en nuestros hijos que ya
vuelven a combatir,
viejo juan,
sabrás que las cenizas
están siempre presentes
en las ciudades, en los
que estudian y trabajan,
en los que vuelven a nacer,
aquí ahora en este bar, en estas
mesas, hay cenizas, cenizas
nuestras, viejo juan,
brindemos juntos esta noche
por estar vivos a pesar de las
barricadas, a pesar del cementerio,
a pesar del cenicero y su cáncer,
viejo juan, brindemos para olvidar
el siglo lleno de palizas y cruces
que clavaron en nuestras pieles,
en los infames días del magnate,
en los cobardes apremios del cuartel,
viejo juan, ven, llena tu vaso,
aún tenemos vino y faltan dos
horas para el amanecer, no te
duermas viejo juan, a pesar de la
materia y la ceniza, a pesar del
invierno y la capital,
a pesar de tus 100 años,
no te duermas nunca,
viejo juan.