las
noches pasan con su amarillo escondido y en la mañana, la sombra de un árbol
desaparece; el aromo, fruto solar de las veredas, se va con el viento, como la
tierra con la que jugué tantas veces, ese barro greda que hoy duerme su
encierro bajo el pavimento de todos los días, ahí, ahí están las manos que me
alimentaron, los automóviles las repasan cada día