Lo áspero
del tórax,
la
lujuria chorreando
en tus ojos
que me miran
como dos
uvas reventadas:
tu boca
dulcemente veneno,
bajando a beber agua
directo
de mis labios,
como un
animal celeste
que olvidó
su carne.
Gotea en la
pared el paso de los años.
Se mueren en silencio los antepasados.
Se mueren en silencio los antepasados.
Algo de
papel amarillo transita
por el
abismo que deja el tiempo
con su
paso senil, que a nosotros
no nos
importa. Sólo nuestras gotas,
como
espejos de seda, inagotables,
encantadoras como un cuerpo de fruta.
(Inédito)