y es cierto que me hablas,
siempre.
La suavidad de la tela.
La dedicación del tejido.
El hermoso contorno
de tus lápices,
el profundo perfume
de tus hojas nuevas,
recién sacadas del envase,
blancas, vírgenes, pálidas.
Una tarde de otoño
y una escuela vacía.
Tu mirada perdida
en la lejanía,
en la tarde poderosa,
dulce régimen musical
de la quebrada garganta.
Ese silencio me sirve hoy
para escucharte.
Un canto de agua invisible,
una profunda escalera
hacia el último
camino.