19 de junio de 2009
El alma siempre joven
"... 'de cada veinte niños, uno nace muerto. De cada diez que nacen vivos, uno muere durante el primer mes, la cuarta parte durante el primer año, y casi la mitad durante los primeros nueve años'.
Ese es el verdadero Allende: cifras y razón, diagnóstico y tratamiento. En busca de esto último, pronto se encuentra embarcado en la campaña de Pedro Aguirre Cerda, un modesto radical que se enfrenta con el apoyo de socialistas y comunistas a las inminentes elecciones presidenciales. ¿Su propuesta? Lo de siempre, aunque él lo dice con verdadera intención: pan, techo, abrigo. Y como profesor dedicado, tiene además una visión profética: gobernar es educar. Ante esta amenaza latente, la derecha reacciona con una proto-campaña del terror: "el triunfo del Frente Popular es sinónimo de revolución inmediata y no puede terminar sino en una sangrienta tiranía... los marxistas tienen paciencia para alcanzar sus objetivos y cuentan ahora con burgueses tontos que les creen". El candidato de la derecha ha agregado con política corrección: "no hay en el pueblo ansias de elevar su propio vivir. Todo lo más: una mayor prodigalidad en el bar, en la cantina, en la taberna".
Comienzan así los gobiernos radicales apoyados por la izquierda: en total, 14 años de la vida política chilena. Por sólo 3 mil votos gana Aguirre Cerda y gana también Allende. Pronto se convierte en el Ministro de Salud más joven de la historia. Una noche de catástrofes, en 1939, conoce a la que será su esposa de toda la vida: Hortensia Bussi, la Tencha. Salvador se encuentra en una reunión de la masonería, "Tencha" está en el cine con algunos amigos, cuando comienza un violento terremoto, que en el sur de Chile causará más de 30 mil muertes. Pero en Santiago basta para dañar seriamente los edificios antiguos.
Salvador, que tiene pánico de los temblores, deja a los queridos hermanos con tres puntos suspensivos y escapa a alta velocidad. En plena calle se encuentra con esta bella estudiante de historia, y consigue que amigos comunes los presenten. Para pasar el susto, van a un café cerca del Teatro Municipal y ahí Hortensia gana su respeto al decirle - diplomáticamente - que no concibe que un hombre moderno pueda ser masón. ¡Nuevo terremoto! Salvador se defiende, habla de su genealogía, de la épica familiar, del abuelo rojo... quizá la convence, cuanto menos la enamora. No le dice que la ama, según un amigo y confidente nunca lo hará. Después de todo, Salvador es un entusiasta de las películas de vaqueros, no un galán romántico. Pero entre ambos se cimenta un vínculo profundo, silencioso, que no se ofrece como un especimen para disección.
Esa mujer lúcida e intensamente privada que es Hortensia Bussi ha sabido mantener su hermetismo a lo largo de casi medio siglo de rumores y un centenar de entrevistas capciosas. ¿Cómo romper los sellos que protegen el enigma? La indefensible campaña de desprestigio que siguió al golpe militar trató de presentar a Allende como un voluptuoso consumidor de pornografía, el sultán de un harén administrado por su secretaria, el anfitrión de inenarrables orgías... ¿a la edad de 64 años y en medio de una borrascosa presidencia? Demasiado heroísmo.
La izquierda, por su parte, empeñada en el proceso de canonización, ha guardado estricto silencio sobre la vida afectiva de Allende. Entre el dandy de los años '20 y el esposo fiel y conservador de los años '70 se extiende una cortina de pudor que nos impide evaluar esta importante faceta de su carácter. Será preciso conformarse con saber que, al menos en lo que respecta a su matrimonio, Salvador fue capaz de conseguir una alianza indestructible..."
Extraído del libro "Salvador Allende, una época en blanco y negro". Edición de Fernando García y Oscar Sola. Relato (texto): Alejandra Rojas. Edición El País-Aguilar.
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