1 de agosto de 2006

La revolución no es un hombre


“¿Cuándo empieza la transición en Cuba?”, le preguntó una periodista a Fidel Castro, tras la toma de la fotografía a los mandatarios asistentes a la reunión del MERCOSUR en la ciudad de Córdoba, Argentina, hace unas semanas. “¿Y a ti quién te paga, la CIA? ¿Por qué no vas y le preguntas a Bush sobre Posada Carriles?”, respondió enérgico Castro, ante la sorpresa de la reportera.

¿Posada Carriles? ¿CIA? ¿Transición… transición? Eso no quedó claro. ¿Transición? ¿Por qué tendría que haber una transición en Cuba? ¿Transición a qué? ¿Qué quería decir eso?

A primera vista, la intencionalidad de la pregunta está clara. Si se habla de transición, se quiere decir que la revolución debe terminar para dar paso a otra cosa. Por eso el enojo de Fidel con la periodista: quien habla de transición es enemigo de la revolución, por las razones ya mencionadas. La anécdota sirve entonces de preludio para lo que vivimos hoy, con Fidel fuera del poder. Y sirve también para preguntarse si se puede plantear desde fuera de Cuba una transición para la isla, sin preguntarle al pueblo cubano lo que quiere para su país. Porque aunque algunos no lo sepan o no lo quieran saber, en Cuba el poder reside en el pueblo y no en una persona. Por eso el odio de los países acostumbrados a una clase financiera y política dominante y corrompida por dólares y oro: en Cuba la revolución no es un hombre, ni una casta social, ni una elite política ni financiera; es un pueblo. Y como tal, hablamos de la máxima expresión de la democracia: “gobierno del pueblo”. Sólo ese pueblo decidirá si quiere o no una transición para su país y hacia qué.

LO QUIEREN ACABAR

Ahora Fidel Castro está enfermo y el poder lo tiene Raúl, su hermano. Y obviamente, toda la “prensa” continental dirigida con la mira de los empresarios más poderosos del orbe, habla del “fin” de la revolución, entre otras cosas porque Raúl no es tan querido en la isla, y porque los milicos cubanos tampoco lo quieren tanto, y también porque el tipo no es tan inteligente como Fidel, y bla, bla, bla. Nadie menciona que las revoluciones las hacen los pueblos y no un hombre. Pero la prensa trabaja para los intereses de sus dueños y presiona para que se obligue a Cuba a seguir el camino de la “apertura”económica hacia los intereses de las transnacionales y el gran capital mundial. Como si ese fuera el único camino posible. Como si el pueblo cubano no conociera la trampita del capitalismo y fuera un rebaño de seres incapaces de pensar lo que quieren para su tierra (al que le caiga el poncho…).

Mientras en Estados Unidos el huracán “Katrina” y los que lo siguieron después, causaban miles de muertos, inundaban ciudades enteras y provocaban enormes pérdidas al gobierno norteamericano, en Cuba el pueblo hacía frente a la catástrofe con disciplina, organización e ingenio. ¿Resultado? Ninguna víctima fatal en Cuba. Pérdidas materiales sí, muchas, pero las que importan, las vidas, salvaron ilesas. Mientras, en EE.UU., se destapaba la olla y se denunciaba que el Presidente George Bush había sido advertido de la necesidad de mejorar los diques de Nueva Orleáns, en muy malas condiciones para resistir un huracán como los que se venían. Bush prefirió gastarse la plata en su guerra contra el terrorismo. Y miles de afroamericanos murieron en Orleáns tras el paso de “Katrina” y sus primos. La tragedia de la ciudad del jazz aún late en el corazón negro de América. Y Cuba, de inmediato, en su momento, ofreció ayuda humanitaria en el campo de la salud para ir en auxilio de los miles de pobres afectados por el desastre. Las fronteras desaparecen cuando de vidas humanas se trata. El ser humano debe estar por sobre toda ideología. He ahí una gran diferencia entre la “dictadura” de Cuba y la “democracia” de Estados Unidos.

¿Transición en Cuba? ¿Transición a qué?

Se acusa al régimen de Fidel de coartar los derechos individuales pero al mismo tiempo en Washington se decreta toque de queda para todos los menores de 17 años. Se le acusa de ser un dictador pero su gobierno nunca ha atacado a otro país, y menos, desconociendo las resoluciones de las Naciones Unidas al respecto. EE.UU. invadió Irak desobedeciendo a la comunidad internacional y más encima, mintiendo descaradamente. Ya quedó claro que las armas de destrucción masiva las tienen ellos y sus compinches judíos, que también atacan países desoyendo los llamados del resto del planeta. Pero Fidel es el dictador. En el mundo al revés, él y Chávez son obstáculos para la democracia y Bush, Blair y los asesinos de Sion son el ejemplo. Mejor sería que estos gorilas dijeran la verdad de una vez: que Castro y Chávez son obstáculos para “su” democracia, sustentada en los millones de dólares que financian sus campañas políticas y que después se retribuyen gobernando a favor de ellos, los grandes mercaderes. Algo parecido a lo que sucede en Chile.

CON TODO, LA REVOLUCIÓN SIGUE

Si desaparece Fidel, como desapareceremos todos, la revolución seguirá. La “dictadura” de Castro goza de buena salud. La experiencia socialista en Cuba ha funcionado bien y hoy, el pueblo cubano tiene mucho que agradecer a los colores verde olivo. Los valores esenciales de la humanidad son derecho vivo en la isla. Salud, vivienda, protección social, alimento. Desarrollo sustentable. Y una educación de real calidad no sólo en el aula, sino en la misma sociedad. Escuchar hablar a un estudiante cubano y comparar su vocabulario, su cultura, su personalidad con la de uno chileno, sirve para tomar conciencia de las enormes distancias valóricas que hay entre Chile y Cuba. Nosotros creemos ser un país democrático, aún teniendo el sistema electoral que tenemos. Eso demuestra la ignorancia del chileno medio y la corrupta vida de la clase política local. Nosotros hablamos de igualdad: en Cuba la practican. Por eso el capitalismo desea borrar luego a Castro. Para que su ejemplo y el de su pueblo no se reproduzca en otros países y la igualdad y la fraternidad entre los humanos siga siendo una utopía hermosa pero inalcanzable. No una meta concreta por la cual luchar.

En las calles de Miami celebraron con euforia la noticia de la salida de Fidel del poder. Y bien, hay que ser justos. El odio de estos cubanos hacia Fidel es justificado. Les impidió hacer la fiesta que querían en la isla. Los echó. Si quieren puterío, váyanse a EE.UU. Y por eso la alegría ante la enfermedad de Castro. El privilegiado, el rico, el millonario, el señor, necesita tener pobres. Sin pobres, no hay millonarios. Es una relación directa, incluso a un nivel psicológico: el rico necesita ver lo que no es. Y también necesita mano de obra barata, políticos fácilmente sobornables, leyes que nadie cumpla, bajos impuestos. Como en Chile. Como en tantos otros países de América Latina. Y quizás si Fidel muere, las champañas de 300 dólares y otros lujos encenderán una celebración que en la historia, no ha parado: los que han ganado siempre han sido ellos, los dueños de la tierra y el oro. Cuba es una especie de vendetta personal para ellos y de ahí la euforia que veremos tras la muerte de Fidel.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Pero la revolución no es un hombre. La revolución es un pueblo. Y el pueblo de Fidel sabrá el camino que debe tomar. Porque a diferencia de nosotros los chilenos, los cubanos sí saben como viven los pueblos latinoamericanos. Saben de la pobreza, del mal estado de nuestra educación, de lo que significa la salud privatizada, las drogas en las poblaciones, los lujos exacerbados frente a la miseria agonizante. Y quizás ese ha sido el mayor mérito de Fidel: haber instruido a su pueblo, haberlo educado, haberle entregado las mejores herramientas del conocimiento para que ningún terno y corbata venga a venderle gato por liebre. Y las instituciones, la Asamblea del Poder Popular, las Fuerzas Armadas Revolucionarias, todas las organizaciones ciudadanas, artísticas, populares, obreras, incluso el Partido Comunista Cubano, seguirán funcionando en pos de un objetivo: la batalla de ideas como manera de situar al socialismo como forma de existencia pacífica entre los hombres.

Fidel está enfermo. Quizás muera, pero pensar que con él morirá la revolución, es otra cosa. Un absurdo, por decirlo elegantemente. El pueblo cubano cree en el socialismo porque conoce el capitalismo mejor que nosotros. Y a pesar de tener a toda la prensa continental en contra, Cuba y su pueblo han sabido proyectarse, tal como hace 47 años, como alternativa real y posible para todos los pueblos del mundo. ¿Qué han encarcelado a opositores? Sí, es cierto. ¿Que han matado disidentes? Sí, también es cierto, como lo es que la revolución tiene que defenderse. Porque, ¿qué hay detrás de esta “oposición” que acusa muertes y encarcelamientos? Claramente, no hay un afán por mejorar la calidad de vida del pueblo: hay simplemente un objetivo “politiquero” de tercera categoría, que es hacer de Cuba un negocio más dentro de este enorme tablero económico llamado planeta Tierra. Y eso pasa por desmantelar lo que el pueblo cubano ha construido durante todos estos años. Esa es la “transición” de la que hablan los periodistas. Esa es la “transición” que Cuba no quiere.

¿Será posible creer que los cubanos quedarán huérfanos si muere Fidel? Bajo ningún punto de vista. Uno de los pueblos más cultos del mundo no se venderá tan fácilmente a las mañas financieras transnacionales. Menos ahora, con Venezuela y Bolivia desplegando la bandera de la revolución bolivariana como alternativa real para los pueblos americanos y situando en el colectivo latino nuevas formas de cooperación e integración. ¿Transición? Sí, puede ser. Pero hacia una coalición bolivariana basada en el desarrollo sustentable orientado a la mejora de la calidad de vida de los pueblos. ¿Qué tal?

La batalla de ideas continúa. Y Fidel muerto es más gigante que vivo.