27 de febrero de 2015

El último viaje de Lucía Opazo Camilla


Encuentra de nuevo tus huesos
y ordénalos en tu propio idioma

Así, una mañana cualquiera
en la vida de mi hija y sus pájaros;
así, simplemente así,
con todo ese lenguaje a cuestas,
volviste a la superficie.
Por unos minutos,
tan sólo por unos minutos,
volvieron tus huesos
a respirar el salobre aroma
de la ciudad.
Cráneo, fémur, costillas,
gusanos, restos de algo
que alguna vez
fue un ser humano;
materiales que
deberían herirme
o asustarme
y sin embargo
son los únicos que hoy
me hablan del amor.

La poesía
semeja un círculo
que nunca puede
cerrarse; un caracol galáctico
en permanente expansión,
una historia que se niega
a los finales.
Ahora miro los nombres
en la lápida:
Lucía Opazo Camilla,
Ramón Opazo Camilla,
Absalón Opazo Castillo,
Aurora Camilla Rojas.
Los imagino a todos sentados
en una mesa, en la ladera
oriental del cerro Placeres,
comiendo; es de noche,
es invierno, el viento anuncia
las almas de los que vendrán;
una vela parpadea
en la ventana de mi alma,
ahí por donde miro los lejanos,
extraños y fríos huesos con sus
apellidos incrustados en el infinito.

Al fin estás donde quisiste estar.
En el costado eterno de tu padre,
de tu hermano, de tu madre,
que era la viva imagen de la poesía
que nos enseñaste desde el primer día.
Sí, seré yo el próximo hueso
que cave las masas geológicas
de Valparaíso, con el filo agreste
de una lengua roja; y será la hija
de mi hija quien escriba otro poema
cuando en algunos años más
mis huesos sean los que vuelvan
a la superficie, para seguir escribiendo
la circular historia de nuestra familia.

Aurora deja una flor para ti.
Aurora me pregunta quién fuiste.
Aurora sonríe
cuando le digo
que tu segundo nombre
era Margarita
y te inventa una canción.
En su actitud encuentro
el renacer de todos ustedes.
La musical presencia
de mi familia de huesos.


Valparaíso, 25 de febrero de 2015.

En este día, los huesos de Lucía Margarita Opazo Camilla, fallecida el 8 de junio de 2008, fueron desenterrados de su fosa de tierra en el cementerio Playa Ancha, para ser depositados en una bolsa negra y trasladados a un nicho donde, en sus respectivas bolsas, yacen en forma permanente los restos de su padre, madre y hermano. Se cumplió así el último deseo de la “tía Lucía”: reunirse nuevamente con los suyos, a quienes amó profundamente, al igual que a todos nosotros.

En su memoria.