El último poeta de la aldea
Una tarde antes de
la Navidad de 1925 un sombrío viajero pedía alojamiento en el Hotel Angleterre
de Leningrado. Durante tres días yace en su cuarto, sumido en estado de
ebriedad. Termina por ahorcarse, no sin antes dejar escrito con su propia
sangre un poema que termina diciendo: "Hasta pronto, amigo mío, sin gestos
ni palabras, / no te entristezcas ni frunzas el ceño. / En esta vida el morir
no es nuevo / y el vivir, por supuesto, no lo es".
Quien se suicida a
los treinta años de edad dejando como testamento estas líneas es Serguéi
Esenin, considerado junto a Maiakovski y Boris Pasternak como el más importante
de los poetas ruso–soviéticos, siendo los tres considerados como lo señala
Sophie Laffitte: "figuras mitológicas contra el fondo apocalíptico de la
Revolución".
La vida de Esenin se inicia como una especie de cuento de hadas. Nació en el centro mismo de Rusia, en la aldea de Konstantinovo, cerca de Riazán. Hijo de campesinos, sus padres lo habían destinado a ser preceptor primario, pero rehusó continuar sus estudios, para dedicarse a la poesía, para la cual desde su infancia había mostrado la más viva disposición. "Serguéi Esenin, más que un hombre es un órgano que ha creado la naturaleza exclusivamente para la poesía", dijo Máximo Gorki cuando lo conoció. Desde niño escuchaba a los poetas populares errantes y repetía sus canciones, a la vez que componía las propias. Se unía a los peregrinos para visitar las catedrales, admirar los íconos, haciendo una vida de vagabundo y nómade. "En el transcurso de uno de esos peregrinajes –cuenta Franz Hellens–, Esenin cantó sus poemas, a los peregrinos que esperaban el tren agrupados en una pequeña estación. Conmovió en tal forma a esas almas simples, que los hizo llorar; un viejo se salió del grupo, y aproximándose al poeta, tembloroso de alegría, desanudó el pañuelo que le servía de monedero y sacó de él cincuenta kopeks, toda su fortuna para el camino, que obligó a Esenin a aceptarlos".
El renombre del
poeta campesino se extendió más allá de su aldea y un funcionario que lo tomó
bajo su protección, lo llevó a leer sus versos ante los zares. "Seguirá la
luna creciente o menguante / derramando sus remos por los lagos. / Y la Rus,
como siempre vivirá, bailará y llorará botada en el camino". La Emperatriz
halló que los versos eran "demasiado tristes". "Rusia es
así" le contestó el poeta.
Esenin empieza a
oír el llamado de la venidera Revolución, ese sordo fragor como de un mundo que
se derrumba que escuchaba Blok mientras escribía Los 12 y entra a formar parte
del grupo dirigido por Ivanov-Razumnik, ideólogo del "socialismo
místico" proclamador que en "el socialismo el sufrimiento del mundo
salva al hombre", al revés del cristianismo; y que Rusia es revolucionaria
y orgánicamente socialista, en contraposición al Occidente burgués,
individualista y ateo.
En Moscú, Esenin
obtiene una fulminante popularidad, ya surge su fama de "camorrista y
escandaloso", seduce a todos con su figura de joven de cabellos rubios y
ojos azules. Poéticamente, encabeza el grupo de los Imaginistas, pero lo
abandona prontamente y declara que "lo importante no es la imagen, sino el
sentimiento poético del mundo". Su expresión poética proviene del
sentimiento ancestral del campesino que ignora las comparaciones abstractas y
para el cual todo objeto es definido en comparación con otro objeto. Así, para
Esenin los sauces son ancianos, el sol una rueda, la aurora una gata que se
lava en el tejado, la tierra una nodriza, la luna una miga o una oveja.
Se puede decir de
la poesía de Esenin lo que se dijo en su tiempo de la poesía de Francis Jammes:
"que aparece como una muchacha desnuda en el rocío", rompiendo el
aire enrarecido que había traído el simbolismo de Balmont y Merezhkovski a la
poesía rusa. Parece no estar escrita con palabras, sino con surcos de arados,
bosques, perros que ladran a la luna. La poesía de Esenin se singulariza por
ser un intento de revivir la tierra natal y los días de infancia –esas hermanas
gemelas– que constituyen el "paraíso perdido", en este caso el mundo
campesino estable y ordenado. Mientras para Maiakovski era preciso escupir
sobre el pasado y la poesía era un vehículo para transformar el mundo, Esenin
–aunque desgarrado por contradicciones internas– fundamentalmente se volvía
hacia un mundo pasado, al que presentía condenado a desaparecer, tal como en un
poema en el cual describe un caballo que se esfuerza inútilmente por alcanzar
una locomotora.
Al llegar la
Revolución de Octubre, Esenin se pone de lado de los bolcheviques, escribe
poemas revolucionarios y un largo poema "Inonia" ("Otra")
en la cual –influido por el poeta Nicolai Kliúiev– expone su mesianismo
campesino, según el cual la Revolución traerá a Rusia el reinado del mujik, el
paraíso terrestre aldeano. Lo que halló expresión artística en la poesía de
Esenin, dice el crítico Suren Gaisarian, "fue el sueño con el justo país
del mujik, y en ese sueño se mezclaban caprichosamente los sentimientos y
estados de ánimos más contradictorios. El secular apego a la tierra, la
exaltación del atraso de la aldea y el miedo a la ciudad. El anhelo de acabar
con la vieja vida y el desconocimiento de las auténticas vías de lucha, el
temor a los cambios. El ingenuo carácter soñador y la animadversión a los
señores. Plegarías, óleos sagrados y granujadas, golfería, sobre todo entre la
juventud campesina. "Fuerzas ciclópeas y debilidad de espíritu,
impotencia".
La popularidad de
Esenin se acentúa durante los tiempos de la Revolución, en los cuales en las
ciudades la poesía oral o escrita es el género más apetecido hasta por los
tranquilos burgueses, y desplaza a la prosa en plazas y cafés como lo describe
Ilya Ehrenburg en sus Memorias. Pero la Revolución se desplaza política y
económicamente en un sentido distinto al que esperaban Esenin y los poetas
campesinos. "El comunismo es el poder soviético más la electricidad"
decía Lenin. La Revolución ha sido fundamentalmente obra del proletariado
industrial que dirigido por los bolcheviques empieza a hacer salir de su
letargo al coloso ruso. "Edificación", "Cemento", "El
torrente de hierro" son las obras de éxito, que la situación requiere.
Aunque Esenin escribe poemas revolucionarios como "Anna Sniéguina",
"Lenin", "Balada de los 26" empieza a acentuarse su
desajuste con la realidad. Su poema dramático "Pugachov", biografía
del héroe rebelde cosaco del siglo XVIII, en el fondo exaltación del
individualismo anárquico, es mal acogido por la crítica. Esto aumenta su
depresión, su afición a la bebida. Entretanto aparece en la URSS como un
meteoro la bailarina Isadora Duncan, que se une en matrimonio con el poeta
(1921) y lo lleva consigo, para darlo a conocer en el Occidente.
Aparecen sus
primeras antologías en Alemania y Francia. Pero Esenin que hasta se negaba a
hablar en un idioma que no fuera el suyo, se sentía totalmente desambientado en
el extranjero. "Occidente es el reino del dólar, del fox trot, de la
espantosa pequeña burguesía, siempre vecina a la idiotez", escribía a su
amigo Marienhof. Y añadía: "Aquí hasta los pájaros se posan sólo donde les
está permitido". Después de numerosos incidentes y escándalos vuelve a su
tierra, en donde siente acentuarse sus contradicciones interiores, por los
cambios revolucionarios. En un poema expresa su deseo de "remangarse los
pantalones y correr en pos del komsomol". Y en "De vuelta a la
patria" exclama: "Yo veo / que más triste, más desolados parecen mi
madre y mi abuelo / más alegre, y sonriente el rostro de mi hermana. / Para mí,
sin duda / Lenin no es un ícono / pues yo conozco el mundo. / Pero amo mi
hogar. / Y mi hermana comienza / abriendo como una biblia el Capital ventrudo /
a hablarme de Marx y de Engels. / jamás, en ninguna estación / yo he leído, por
cierto, esos libros...".
Llegan los años de
la NEP, calificada por los críticos soviéticos como la "época más
tenebrosa en la vida y la obra del poeta". Escribe Las tabernas de Moscú,
en donde describe su vida de "hooligan", de desplazado social. La
inadaptación, los fracasos sentimentales, la dipsomanía lo llevan al suicidio.
"El pueblo ha perdido a su resonante guitarrero borrachín" escribió
reprobatoriamente Maiakovski, el que se suicidaría cinco años más tarde
"al estrellarse la barca del amor contra la vida".
En sus momentos de
depresión Esenin consideraba que su poesía resultaría superflua en una nueva
sociedad. Sin embargo, como le decía su amigo el pintor Rybikov, el triunfo del
socialismo no significaba necesariamente que se terminaran los sauces y los
atardeceres. Hoy día, Esenin es considerado uno de los grandes de la poesía
soviética, sigue siendo uno de los favoritos del público, sus obras se editan
en miles de ejemplares.
Entregar una
antología de su obra poética es una tarea casi insuperable, como es costumbre
decir en los traductores, máxime considerando que la poesía de Esenin está
íntimamente ligada a una musicalidad de la palabra que necesariamente se pierde
al vertirse a otro idioma. Sin embargo, confiamos en que "el espíritu que
sopla donde puede" ha estado con nosotros y aunque sea en un espejo
turbio, el lector encontrará la huella luminosa del "último poeta de la
aldea".
"Prologo" en Serguéi Esenin, La confesión de un granuja (Antología poética). Traducción directa del ruso de Gabriel Barra, versión poética de Gabriel Barra y Jorge Teillier. Editorial Universitaria, Santiago, 1973, pp. 9-14. Primera versión en El Siglo, Santiago (26.05.1963).