Poema de Julio Faúndez Herrera
Cuando las enredaderas invaden el balcón de mi ventana
las entradas de esta alcoba se iluminan.
Mis oídos se despiertan como flores
y el silencio reverdece como un concierto de violines
Durante ciudades que cambian de colores,
el ventilador reparte filosofía.
Los espejos sonríen de forma misteriosa.
Mis cabellos crecen con melancolía
Cuando las enredaderas invaden el balcón de mi ventana
las tardes germinan por los frascos de colonia,
las goteras suspenden su caída inexorable
y las sombras se retiran de todos los salones
A estas alturas
debiera de ser el dueño del mundo,
ir y robar la guinda de todos los postres:
persiguiendo el rumbo de palabras aladas
mis zapatos van sobre algodones
Cuando la enredaderas invaden el balcón de mi ventana
mis ojos se convierten en brazos extendidos al cielo
entonces,
la invitación que surge del aire perfumado
los artefactos que se unen en millones de fragmentos
las camisas que flamean henchidas en los patios
y los ayeres que desbordan el marco de su fotografía
son
más inmensos que el mar, el amor
o el futuro que me aguarda
en sempiterno movimiento
A través de las horas que se alejan y se acercan
a través de los astros que refulgen y que expiran
los instantes se prolongan como años
Así,
aislado en paredes de silencio cristalino
y adornando el mundo con obsequios oceánicos
los días se suceden unos a otros
como versos y estrofas y páginas.