Mira, un encuentro de poetas. “No me gustan los encuentros de poetas”. ¿Pero por qué, si te gusta la poesía o no? “Sí, la poesía, la palabra escrita, pero no los pasteles que la escriben”. ¿Alguna mala onda? “No, ninguna”. O sea, si a mi me gusta la música, voy a recitales. Si me gusta la pintura, voy a ver pinturas, voy a exposiciones. ¿Por qué con la poesía es distinto? “La poesía es más simple, no necesita recitales ni exposiciones ni nada para disfrutarse cien por ciento. Yo la disfruto más leyéndola solo que pajeándome con las caras de los huevones que van a esos encuentros”. ¿Te caen mal los locos? “Como el hoyo”. Yo creo que ese es el problema, no la poesía. “¿Y qué sabís tú? ¿Estai adentro mío acaso?”
Emilio se molestó. Puede ser cierto. Quizás yo soy muy cándido y me llevo bien con casi todos, no suelo concentrarme en lo negativo de las personas. Hay tipos muy desagradables, muy pedantes, pero yo siempre los hago pasar desapercibidos. Emilio era más frontal. Mas repulsivo que cualquier otra cosa. Siempre discutía, a todo le encontraba un pero y nunca perdía, empataba. Entonces era fácil que le desagradara alguien.
Fui solo a la lectura de poesía. Me acordé de mi amigo cuando un tipo con pinta de intelectual de universidad privada hablaba y hablaba de él mismo, como si a nosotros nos interesara eso, y después leía unos poemas débiles, repetitivos, con mucha palabra mala. Pero después pensé: igual me sigue gustando el ambiente, el bar es ante todo bar. Además, dos tipos leyeron re bien. ¿Por qué será tan antisocial el Emilio?
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