Es tarde y es temprano a cada hora:
a cada resplandor, a cada sombra
nos amanece cada atardecer:
el tiempo inmóvil
enmascara
su rostro inevitable
y muda sin cambiar su vestidura:
noche o delgada aurora,
largo silencio de los ventisqueros,
manzana arrebolada del estío:
todo es tan pasajero como el viento:
el tiempo aguarda, inmóvil,
sin color ni calor, sin sol ni estrella:
y es este absolutismo el que nos reina:
adiós! adiós! Y no se altera nada.
Pero tal vez
Sí, no se altera nada pero tal vez se altera
algo, una brizna, el aire, la vida, o en fin, todo,
y cuando ya cambió todo ha cambiado,
se ha ido uno también, con nombre y huesos.
Bien, bien, un día más: qué grande es esto:
como saltar en un nuevo vacío
o en otros unos más, en otro
reino de pasajeros: el asunto
nunca termina cuando ha terminado
y cuando comenzó no estás presente.
Y por qué tanta flor, tanto linaje
vegetal extendido, levantando
pistilos, polen, luz, insectos, luna
y nuestros pies y nuestras bocas llenas
de palabras, de polvo
perecedero,
aquí embarcados, aquí desarrollados
a plena deliciosa luz de cielo?
Y por qué? Para qué? Pero por qué?
*Texto de Pablo Neruda, perteneciente al libro "Geografía Infructuosa", de 1972.