26 de octubre de 2011

Pesadilla

Cuando caen las conciencias, cuando se enciende el fuego de la guerra y no hay salvajismo mediano o suave, aparece el animal, la bestia babosa llena de sangre en el alma, llena de heridas en el corazón, agrietada por los cinco mil años de saqueo a su tierra, poblada de predadores y sus presas, dulces hervíboros que deben morir destrozados para que la vida tenga sentido, para que la vida siga siendo esa bella postal de naturaleza virgen y limpia que tanto sueñas conocer, sin saber que tu piel vale menos que la piedra, que el fuego te quema y el agua te seca, incubando gusanos invisibles en tus venas que se comerán tu carne cuando ya sea demasiado tarde y no tengas otra alternativa que dormirte y olvidar, olvidar que fuiste hombre, olvidar que exististe, que conociste un cielo y una tierra, que naciste y un fuego se te encendió en el pecho como un pequeño y hermoso universo, bello pero castigado, castigado con la conciencia de la muerte, perdido, perdido entre millones de universos iguales, torpes, toscos, animales.

(...)