16 de noviembre de 2017

El deber de contradecir al éxito capital

La lectura de los poemas de Offshore tiene que ver con el blanqueo de la injusticia capital que a diario se emite por cadena de radio y televisión, y al cual estamos sometidos por la altisonante magnitud del aparato mediático transnacional. La poesía, en ese sentido, cumple en esta entrega de Julián Axat con su misión de agujerear ese velo nuboso de cotidianeidad manipulada y teledirigida, que nos hace odiar y linchar al pibe que roba un celular o unas zapatillas, y al mismo tiempo votar y elegir a políticos que guardan sus ganancias sin rendir en paraísos fiscales. La impunidad del gran ladrón es una de las grandes tragedias que atraviesa nuestra época, y en ese sentido, Offshore agarra correctamente el pulso de la crítica y propone una re-lectura de los hechos mediante el sentido común que caracteriza la búsqueda de la poesía social, o al menos, de cierta poesía social. 

Anoche soñé
con todos los pibes que defendí en estos años
se acercaban a pedirme que no renuncie
que me quede a abrazarlos una vez más
que los asista les explique la causa de su mal
el origen de los golpes que los traían hacia mí
que escribamos el último poema y que vayamos
de la mano ante el juez de los sueños perdidos

(…)

Las villas no tienen palacios de justicia
tienen capillas & centros de información
enviados policías punteros referentes y servicios infiltrados
las villas no tienen palacios de justicia porque
el poder judicial nunca se embarra
te atiende de saco & corbata tras el mostrador de Talcahuano
y los códices comentados en latín
dicen que las villas no deben tener palacios de justicia

(…)

Estamos ante una entrega cuya lectura estimula la reflexión, la imagen o la intuición sobre lo que nos acecha. Un ejército de funcionarios offshore, cuyo tesoro, cual piratas digitales, reposa brillante y lejano en alguna isla virgen sin problemas sociales. En medio de ese relato, aparecen los pibes defendidos por el autor en su calidad de abogado, habitantes de villas y barrios donde el éxito capital pasa de largo y con él, la justicia, la educación, la salud y tantos otros derechos que se quedan en una lista de espera eterna. Una conclusión posible entonces, sería decir: hay que estar más despiertos. La resistencia de esta poesía, creo, va por ese lado. Es un deber contradecir el éxito capital levantando mediante empresas zombies y ganancias especulativas. Pero también lo es hacernos pensar sobre cómo hemos estado domesticados, agachados, engañados por el bienestar efímero del consumo, olvidándonos que dentro de nosotros late un país que clama ser reconstruido por todos -y para todos-, pensando simplemente en ese viejo sueño de la felicidad como sinónimo de humanidad. Y eso incluye, claro está, al poeta en cuanto a oficio y personaje.

A los 15 años se soñaba cantante de hip-hop pero era
fusilado en un episodio confuso
a los 14 soñaba que lo encerraban en una celda y al
otro día leía el diario que titulaba "joven se suicidó en
comisaría"
a los 13 no soñaba nada y su padre le decía que él sí
soñaba a su edad
a los 12 la pesadilla era un juez con el rostro de rata
que le daba un sermón
a los 11 contaba las ovejas que más tarde carneaba
entre varios de la esquina
a los 10 el sueño repetido era pagar deudas contraídas
por otras generaciones

(…)

En lo personal, nunca olvidaré esa frase que alguien alguna vez dijo sobre la poesía como la “sombra de la memoria”. Pues bien, esta es la nuestra. Esta es nuestra poesía, nuestra sombra y nuestra memoria a la vez. En esa línea, Julián Axat habla por muchos de nosotros.

Vía Revista Cavila