19 de mayo de 2017

Exploración al cosmos violento de la poesía

-Reseña de Basurita Cósmica, de Fabián Burgos-
Siempre fue una imagen terrible
ver el cielo reflejado en los charcos

Un presagio de la poética contenida en este trabajo lo encontramos en la portada misma de la plaquette, publicada por Ediciones Periféricas: una neurona y una galaxia, una al lado de la otra, una fotografiada por un telescopio inmenso y la otra por un microscopio refinadísimo; ambas frente a frente, con sus exorbitantes distancias pero con una semejanza que la poesía de Burgos se encarga de enlazar a través de filamentos y tormentas, con herramientas lingüísticas claro está.

Todo parte con un poema inicial donde se establecen los contornos. Una formación inicial que gira, revolotea, se rearma y se esparce con un ritmo marcado por la intensidad y la cólera, tomando nota del caos que acontece violentamente alrededor de nosotros:

Tanto el autor como el poema
Son desechos
Ínfimas porciones de finito
Que ya quisieran
Andar errantes
Buscando azotar las mejillas
Contra los límites del espacio.
Es probablemente
A partir de esta sensación terrible
Que algunos científicos
A nosotros humanos
Han llamado: Las basuritas del cosmos.

A partir de ese momento empieza un recorrido por distintos rincones del pliego cerebral, con sus correspondientes mutaciones y subterfugios, lanzando certeros dardos que bien podrían pasar por máximas científicas: “Existen tantas estrellas como neuronas en nuestro cerebros” dice, por ejemplo, el poema “Conclusiones místico/poéticas a partir de un apunte al vuelo tomado en un congreso de astronomía”, publicado anteriormente en el folletín del encuentro de escritores Letras en la Arena, de caleta Horcón. El texto prosigue, justamente, como en una libreta de apuntes:

a) Es cierto aquello de que el pensamiento no se desintegra junto al cuerpo, sin embargo desaparecemos a la velocidad del cosmos. Nada es infinito.

b) El conocimiento humano se expande al mismo tiempo que lo hace el Universo. Nunca lo podremos saber todo, pero la carrera es inevitable. El corazón es un placebo.

c) Es probable que haya cierta conexión entre las neuronas de la humanidad entera. Por cada estrella muerta, un poema a punto de ser parido despierta en una galaxia inexplorada, donde seguramente en centurias se encontrará consigo mismo, pero no encontrará un lenguaje.

Y así hasta la letra g). Y así también sucesivamente van cayendo otros poemas, como asteorides que al chocar con las neuronas del lector generarán quizás el mismo gesto que dos galaxias azotándose en la profundidad del cosmos. Porque a decir de Burgos, “destruir neuronas como destruir estrellas, es el único espectáculo posible”. En ese sentido, la poesía, como el alcohol, tendría la capacidad espectacular y soberbia de destruir o al menos mutar nuestras neuronas hacia algo peor o mejor, como nuestras visiones del Universo: un océano salvaje sin retorno y sin sentido, o una mágica unión eléctrica de voluntades y existencias.

Ya hacia el final del libro, la plaquette toma sentido en cuanto anticipo o extracto de una obra mayor, sentido primario del concepto, con la aparición de una “Introducción a Cosmogonía para los salvajes”. El poema cumple la función de enhebrar lo leído anteriormente, con sutileza y seguridad:

Luego de tanta razón
construiré un poema en el que podamos habitar los salvajes
un poema en espiral que gire por debajo del Universo
que le cambie las órbitas y provoque sinapsis a las estrellas
somos el infinito escribiéndose a sí mismo.

Basurita Cósmica tiene 24 páginas y fue impresa en abril de 2007 en el taller Elías de Ediciones Periféricas (Valparaíso). Además fue publicada en México (Guadalajara) por Ediciones Pipa Tapada, también en 2017. Constituye el tercer adelanto de un libro que según el mismo autor, “nunca se termina de escribir”, y que lleva por nombre “Para estrangular el lenguaje de los pájaros”.

Vía Revista Cavila