4 de abril de 2017

Plaza Aníbal Pinto, Plaza Aníbal Chile


Los que vieron el asesinato y los que no lo vieron, los que han sido mordidos por perros, los que han sido cogoteados y los que lo vieron por internet, todos, todos aquí y en la calle viven a diario la violencia que irradia desde las portadas de los diarios y desde los brillantes carros del poder, del poder económico que debe ser alcanzado por cualquier medio. Una loca carrera por billetes que se truecan por qué, por qué tipo de gramo de qué, y eso hace finalmente que un chico saque una pistola en la Plaza Victoria y mate a dos estudiantes a sangre fría. Ahora fue un cuchillo para cortar queso o quizás qué, y antes fue un borracho manejando y atropellando a un joven que caminaba tranquilamente hacia su casa. La violencia adquiere formas macabras que a todos se nos van a cruzar. Y la maquinaria del miedo se soba las manos con la paranoia social que cunde como la maleza en los cerros. Se parte por estigmatizar negativamente a la protesta social y en los grandes medios de comunicación los estereotipos se empiezan a repetir: delincuente prófugo, vendedor ambulante, joven punk. Antes fueron los comunistas, los marihuaneros, hoy son los mapuche, los anarquistas, los casa okupa y las radios comunitarias. El sistema fabrica enemigos como quien fabrica bebidas, fideos o condones, y mientras tanto seguimos llorando a nuestros jóvenes que caen como moscas fulminadas por la radiante promesa del éxito económico aquí y ahora y como sea.

Aquí es necesario dimensionar que la alta venta de alcohol y la muy buena disponibilidad de un abanico de drogas -para todos los precios y gustos-, va e irá siempre de la mano con esta mano invisible que todo lo rige. ‘La cosa es volarnos la cabeza por las buenas o por las malas’, y ahí la máxima neoliberal actualmente en ejercicio, derrocó gobiernos y desapareció opositores y hoy manipula con el miedo a la población a través de los medios de comunicación. ‘Por eso no le crea a La Estrella ni al Mercurio, no vea TVN ni Canal 13’. Suena a extremismo pero a estas alturas parece urgente recordar que todo este conglomerado mediático viene operando desde la Dictadura hasta ahora con un solo fin: volver definitivamente intocable el salvaje sistema económico impuesto desde el 11/9/1973.

Si sumamos a ello el meticuloso cambio en la orientación educacional y cultural del país -de ciudadanos a consumidores, de cooperativistas a competidores-, a partir de los ‘Chicago Boys’, nos acercamos bastante a la respuesta de por qué nuestros jóvenes solucionan sus problemas matándose entre ellos o suicidándose. Solamente siguen los valores que el sistema enaltece como sinónimo de status. Los que no lo soportan, o se hacen al margen o saltan al vacío desde un piso 18. He ahí el gran triunfo cultural, no definitivo, pero sí importante, del modelo: la violencia como sentido común, como comportamiento válido y -así subrayado- lucrativo negocio, partiendo por las farmacias y sus médicos, que contribuyen al caos narcotizando legalmente a todos.

Desde esa óptica, sólo queda ser pesimista y prepararse, pues la violencia está muy, pero muy lejos de declinar. ¿O será que siempre estuvo presente pero sin teléfonos inteligentes ni redes sociales? ¿Será que vivimos en un estado de violencia permanente y por eso nos volvemos cada vez más insensibles? O sea, ¿hay que acostumbrarse a vivir así? ¿Dónde está el botón de pánico?