31 de marzo de 2014

Avenida Matta

Las revistas se tragaban el gris de la época.
Engullíamos la miel de las madres
tan rápido como una avispa hambrienta.
Cayendo sobre una colmena dorada
rebosante de líquido.
Como anticipando la catarsis
de la adultez alcohólica.

Leíamos mientras caminábamos
tropezábamos con las raíces de los árboles
nuestras madres conversaban entre sí.
La época – reiteramos – teñía de gris la sangre
pero no había silencio: recuerdo el impacto
de un artesano callejero – amigo de mi padre
a quien le rompieron las manos los militares
por hacer tarjetitas de Pablo Neruda
y Violeta Parra.

En nuestros juegos las avispas estaban contra los milicos.
Recuerdo dibujar tanques incendiados por super-insectos
que éramos nosotros los niños de la cuadra: dos.
Dos abejas bastaban para incendiar un tanque
como anticipando las barricadas estudiantiles.
Tanques de cartón fueron quemados
en salvajes protestas contra el CAE.

El cerro a lo lejos era nuestro horizonte.
Soñábamos con esa jungla.
Colores que no conocíamos.

/ La revista era a colores. Mi madre también.
El barrio era gris y su recuerdo es ahora
como el barro frío en los pies de un indio
despojado de su cultura.
Los milicos siguen afilando sus armas.
La nueva constitución empieza a gestarse
en el corazón de un pueblo resurrecto.

La piedad es un palabra olvidada
en muchos de nosotros.



Inédito