1 de agosto de 2013

Fosa común

La primera vez que escuché del sacerdote Miguel Woodward fue de boca de mi abuelo, que recordaba una conversación sostenida con el cura en el cerro Placeres. “Conversamos en la calle Hamburgo de la Villa Berlín. Discutimos de política un rato pero su posición me pareció infantil, en el sentido de ser muy inocente y poco realista con los peligros de ese momento. Llegó a perturbarme”.

Claro, la sapiencia indicaba que la mentada lucha de clases debía desatarse en algún momento y la ganaría el más preparado. De ahí la inocencia: el pueblo no tenía armas. “Estaba demasiado optimista, confiado en las masas como en la mano de dios”, recuerdo que dijo mi abuelo antes de beber un sorbo de vino. Casi de reojo, mi tía profesora fue al estante y me pasó un libro: “Sangre sobre la Esmeralda. La vida de Miguel Woodward”, escrito por el benedictino inglés Edward Crouzer. Nunca lo había visto. Esa noche lo hojeé por primera vez, mientras bebíamos y hablábamos de los vecinos afectados por el Golpe. Me lo terminé llevando para la casa.

Ahora estoy frente al memorial de Woodward en el Cementerio de Playa Ancha. Su cuerpo nunca fue encontrado. Se presume que está en una de las fosas comunes que hay bajo tierra. Según la justicia, su asesinato ocurrido en el buque escuela Esmeralda no tuvo culpables ni pruebas. Quedó entonces el memorial como testimonio: “Aquí en una fosa común, yacen cuerpos abrazados. Otros cuerpos, solos, yacen en tierras cercanas y en el mar. Un nombre les representa: Miguel Woodward Yriberry, 1932-1973″.

La vida del cura de Placeres fue apasionante y hasta hoy los vecinos lo recuerdan por su mirada diferente del cristianismo. Nació en Valparaíso, fue ingeniero en Inglaterra y se hizo sacerdote en Chile, donde se quedó trabajando con los pobres. Crítico de la inmovilidad de la Iglesia ante la cuestión social, rompió con el obispado y según Edward Crouzer, al momento del Golpe preparaba su matrimonio.

Delatado por un comerciante del cerro, fue capturado el 16 de septiembre en su casa de la población Progreso. Estaba en lista negra por dirigir una JAP, recorrer los campamentos arengando gente y dar capacitación universitaria a jóvenes obreros en la U. Católica. Hasta el final pensó que los trabajadores darían vuelta el golpe y que Chile se volvería socialista gracias a la educación recibida por el pueblo con apoyo de los militares. Pero ellos prefirieron golpearlo hasta matarlo, arrojando su hermosa militancia inocente al fondo de una fosa común.