30 de agosto de 2013

La Rosa Prisionera x Ediciones Periféricas




Edición realizada en el Taller Cerro Placeres
Junio de 2013


24 de agosto de 2013

Panguipulli

Comimos el último animal
y quemamos la casa.
El frío se batía en retirada.
En el monte agrupaban nubes,
justo en la zona donde enterramos
al viejo. Estuvimos todos.
Bebimos licor de uva, vino,
y sembramos sus semillas
en el viento. Nos cansamos
de ser cursis y nos retiramos,
concientes de la lástima.

18 de agosto de 2013

3 de agosto de 2013

Nocturno

Suaves retornos,
adorados y sobrios frutos
brotando de la tierra, donde antes cayó
una lágrima;

la complicidad de la luz
es total: ella desaparece
y nos convencemos que la mejor lámpara
es la que sirve para agrupar sombras.

Ahora
los materiales de la noche
se movilizan para construir
otro pedazo de infinito, otra baraja
de amor para el transeúnte,
nosotros mismos, en otra parte.

Y a mí me habla el antiguo sentido
    de las herramientas,
acumulándose en el taller;
    el suave retorno
de las manos de mi abuelo,
el lento trote de las nubes
por el piso del cielo.

1 de agosto de 2013

Fosa común

La primera vez que escuché del sacerdote Miguel Woodward fue de boca de mi abuelo, que recordaba una conversación sostenida con el cura en el cerro Placeres. “Conversamos en la calle Hamburgo de la Villa Berlín. Discutimos de política un rato pero su posición me pareció infantil, en el sentido de ser muy inocente y poco realista con los peligros de ese momento. Llegó a perturbarme”.

Claro, la sapiencia indicaba que la mentada lucha de clases debía desatarse en algún momento y la ganaría el más preparado. De ahí la inocencia: el pueblo no tenía armas. “Estaba demasiado optimista, confiado en las masas como en la mano de dios”, recuerdo que dijo mi abuelo antes de beber un sorbo de vino. Casi de reojo, mi tía profesora fue al estante y me pasó un libro: “Sangre sobre la Esmeralda. La vida de Miguel Woodward”, escrito por el benedictino inglés Edward Crouzer. Nunca lo había visto. Esa noche lo hojeé por primera vez, mientras bebíamos y hablábamos de los vecinos afectados por el Golpe. Me lo terminé llevando para la casa.

Ahora estoy frente al memorial de Woodward en el Cementerio de Playa Ancha. Su cuerpo nunca fue encontrado. Se presume que está en una de las fosas comunes que hay bajo tierra. Según la justicia, su asesinato ocurrido en el buque escuela Esmeralda no tuvo culpables ni pruebas. Quedó entonces el memorial como testimonio: “Aquí en una fosa común, yacen cuerpos abrazados. Otros cuerpos, solos, yacen en tierras cercanas y en el mar. Un nombre les representa: Miguel Woodward Yriberry, 1932-1973″.

La vida del cura de Placeres fue apasionante y hasta hoy los vecinos lo recuerdan por su mirada diferente del cristianismo. Nació en Valparaíso, fue ingeniero en Inglaterra y se hizo sacerdote en Chile, donde se quedó trabajando con los pobres. Crítico de la inmovilidad de la Iglesia ante la cuestión social, rompió con el obispado y según Edward Crouzer, al momento del Golpe preparaba su matrimonio.

Delatado por un comerciante del cerro, fue capturado el 16 de septiembre en su casa de la población Progreso. Estaba en lista negra por dirigir una JAP, recorrer los campamentos arengando gente y dar capacitación universitaria a jóvenes obreros en la U. Católica. Hasta el final pensó que los trabajadores darían vuelta el golpe y que Chile se volvería socialista gracias a la educación recibida por el pueblo con apoyo de los militares. Pero ellos prefirieron golpearlo hasta matarlo, arrojando su hermosa militancia inocente al fondo de una fosa común.