28 de septiembre de 2012

Juventud


Lo áspero del tórax,
la lujuria chorreando
en tus ojos que me miran
como dos uvas reventadas:
tu boca dulcemente veneno,
bajando a beber agua 
directo de mis labios,
como un animal celeste
que olvidó su carne.

Gotea en la pared el paso de los años.
Se mueren en silencio los antepasados.
Algo de papel amarillo transita
por el abismo que deja el tiempo
con su paso senil, que a nosotros
no nos importa. Sólo nuestras gotas,
como espejos de seda, inagotables,
encantadoras como un cuerpo de fruta.




(Inédito)