8 de noviembre de 2010

Crónica Roja

Por Absalón Opazo
Publicado en Revista Cavila Nº21


La anciana salía todas las mañanas a barrer la escalera fuera de su casa. Por la noche, un grupo de cabros cesantes o derechamente vagos se sentaban ahí a tomar, jugar brisca y fumar puchos, dejando el lugar repartido de botellas, vasos y colillas. La abuelita salía pacientemente a barrer la cochinada. Otras veces, a mediodía, un adolescente dejaba en la escalera bolsas de basura que le habían mandado a botar, por irse apurado a buscar a su polola escuchando reggeton en su celular con altavoz. Aparecían perros que destrozaban las bolsas y repartían la basura. El contenedor estaba tres cuadras más allá. La anciana salía nuevamente a barrer la escalera. Su aparición era automática, nunca reprendía a nadie, sólo esperaba que se fueran y salía. Si era de noche, al otro día a las 8 am estaba con su escoba barriendo la escalera.

La chozita de la señora daba hacia la quebrada. Tenía tres gatos. Ningún perro. Un día, en la tarde, una pareja de pololos dejó dos cajas plásticas de completos, cuatro latas de cerveza y 20 colillas de cigarro con rush tiradas en la escalera. La señora no salió a barrer. El grupo de cabros llegó en la noche y se encontró por primera vez con la experiencia de tener que limpiar la escalera. Sólo echaron la basura a un costado. Al otro día, el adolescente reggetonero dejó una bolsa gigante de basura que fue nuevamente devorada y repartida por los perros del barrio.

Pasaron días y la anciana no salía a barrer lo que ya era un basural declarado. De pronto apareció el mal olor. Los vecinos comentaban. Hubo una llamada anónima. Llegó un periodista, tras él carabineros. Acordonaron el lugar. Al otro día la crónica roja titulaba: “Horror: anciana devorada por guarenes. Sórdidos detalles”. Era ella, en el titular de la página roja, con su basura hasta el cogote, con fotos de portada que mostraban “su escalera asquerosa”, “sus hábitos de mujer cochina”, “que vivía como un animal”.

En el barrio se miraron con vergüenza. Sabían que la basura de la anciana era en realidad la basura de ellos. Quisieron hacer algo, nadie supo qué. El diario tenía otro titular: “Balean en la cara a delincuente”. Y en la escalera ya no había brisca, sólo un basural insalubre, con papeles de diario manchados con pescado y toallas higiénicas rodeando la choza abandonada, la de los guarenes.



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